Buscando algo imposible.

Esto es estúpido, pensé mientras caminaba por las desiertas calles de San Francisco. Los edificios desrruidos, los coches viejos, oxidados y estropeados, los semáforos inútiles, etc... y el polvo cubriendo toda la ciudad, le confería un aspecto deprimente y triste a aquella ciudad abandonada. Suspiré avanzando arrastrando los pies y de vez en cuando chutando una guijarro del asfalto. Saqué de mi cinturón una bala para tener algo con lo que entreterneme mientras caminaba sin un rumbo fijo. Me recoloqué la mochila en la espalda, aunque cambié de opinión y me deshice de ella, tirándole al suelo; me senté al lado de la mochila, perezosa, cansada, frustrada y aburrida. Guardé la bala en el cinturón y reposé la cabeza en un coche oxidado, tintándome ligeramente el pelo, volví a suspirar, a la espera de que se me ocurriese algo.

No me había percatado de nada, absolutamente, no había prestado atención a los sonidos que me rodeaban, sino me habría dado cuenta; pero estaba tan abstraida. Había sacado de la mochila un iPod del 2009, el Nano y me había puesto los auriculares, cambiando de pista continuamente, mordiéndome el labio impaciente.-Soy tonta, estúpida, inocente e idiota.-Murmuraba en una retaila de autoinsultos, reprochándome mi inmadurez. Me pasé una mano por el pelo recolocándome ya que se me había puesto delante de los ojos; a ver si me lo corto algún día de estos, murmuré distraidamente. Me quite la chaqueta y la dejé en el suelo, de mala manera, cuando alguien, una voz que reconocí al instante me susurró al oído, qué suerte que tienes.
Instintivamente me di la vuelta sacando con rapidex mi revolver del cinturón y levantándome, quedando cara a cara, pistola, contra pistola.

Esbocé una sonrisa torcida.-Hola, Cross.-Saludé informalmente quitándome los auriculares.

-Lo sé.-Dije guardando la pistola tranquilamente, intentando acompasar la respiración, ya que me había puesto muy nerviosa y sus mejillas se habían tornado rosadas. Aparté la mirada de él, me sentía incapaz de mirarle a los ojos.

-Porque tenía misiones, porque no podía llamarte, porque tenía que matarte...-Expliqué sin alzar la mirada.-Porque me dolía demasiado.-Dije relajandome un tanto, suspirando. Alcé la mirada observando como había cambiado, que era bastante, aunque seguía teniendo el mismo aire travieso y un poco altivo.

-Sabía donde estabas, sabía que podía encontrarte, pero...no podía...-Dije respondiéndole.

Sonreí ampliamente, dando un paso hacia él, salté hacia él y le abracé escondiendo la cabeza en el hueco de su cuello, mientras algunas lágrimas se desrramaron por su rostro.

Le abracé con fuerza, alivida y alegre de que correspondiera, ya que tenía miedo de que no lo hiciese. No quería que aquello acabara después de tanto tiempo, pero el tiempo pasa y el abrazo terminó. Estabamos separados por centímetros escasos, sus manos estaban en mi cintura y yo me sentía segura y muy cómoda a su lado.

-Te he hechado mucho de menos, Alex.-Dije sincerándome sonriente y con los ojos acuosos intentando retener lágrimas, de felicidad y de emoción.

Le miré a los ojos recordando todo lo que sentía por él y dándome cuenta de que aún lo sentía, pero no creía que él lo sintiese.
Volví a acortar distancias y le di un beso cariñoso en la mejilla; dejando entonces mejilla contra mejilla. Le cogí de la mano.

Tenía muchas cosas que decirle a Alex, pero no sabía por cual empezar. El había sido mi primer romance, mi mejor amigo, ahora no sabía que era, no me lo estaba planteando, solo estaba feliz, de verlo y de poder disculparme, por haberlo abandonado. Iba a empezar a hablar cuando él, en lo que supuse que fue un impulso, me besó. En un principio quedé bloqueada, hasta que me revolví en sus brazos y me separé de él, con la mirada perdida, di un paso hacia atrás.

-¡NO!-Grité al fin.

Había sido una especie de negación a lo que ya no sentía, al menos, en esos momentos.