Viajando a Moscú

Había sido enviado a Rusia para otra misión de la cual tenía que informar de cómo iba avanzando otro grupo de C.A.O.S que se encontraba en Moscú averiguando sobre clanes Sicilianos.

Esa mañana de miércoles había llegado a Moscú con una mochila y bien abrigado, pues unos días antes del viaje me había informado bastante de clima. Y esa semana haría de máximo tres grados, y justamente hoy anunciaban nieve.
Con mi mochila al hombro caminaba por la Catedral de la Asunción.

Sin llamar la atención como acostumbraba a hacer, caminé por los pasillos de aquella catedral, observándolo todo con e más mínimo cuidado. La catedral ya no era lo que antaño había sido y eso realmente me fastidió. Había oído hablar de lo exuberante que era la Catedral de la Asunción, y por eso nada más poner un pie en Moscú había ido directamente a visitarla. Esperando que al menos estuviera intacta, pero me equivoqué ante mi idea. Aun así me quedé recorriendo la catedral.

Tan absorto imaginándome como habría sido la catedral antaño llegué delante de una capilla. No había nadie en varios metros y lo único que se escuchaba era un completo silencio. Di unos pasos y estiré la mano ara abrir la puerta de la capilla. Tal fue la sorpresa al entrar y descubrir a una chica. Parecía estar buscando algo con desesperación. No parecía darse cuenta de que estaba allí por lo que me limité a cerrar la puerta con brusquedad.

Era uno de los más rápidos espías que el C.A.O.S tenía con sus armas, por eso me había adelantado a los movimientos de aquella intrusa.
Con la espada en mano, apuntando a su cuello la miré.
-Encima de osar a profanar la capilla vas a intentar matarme.- cuestioné sin moverme.

Satisfecho ante la reacción de la chica por mis rápidos movimientos me limité a sonreír en mi interior.
-Estás buscando algún tipo de arma o te gusta la arqueología. Y para serte sincero creo que te ciernes más a lo primero.- dije sin bajar la espada. No me fiaba en lo más mínimo de aquella chica.

Una mueca se dibujó en mi rostro al sentir tal golpe. Aun así mantuve la compostura y con fuerza agarré la espada. Tras oír sus palabras me quedé unos segundos en silencio.
Había sido entrenado para todo, incluso para matar, pero hasta ahora no había acabado con la vida de nadie. Ni siquiera a un siciliano, a los que yo culpaba de la muerte de mis padres.

-No te mataré.- dije finalmente.

-¿Qué no entiendes? -pregunté confundido ante su pregunta.- Sí, pertenezco al C.A.O.S.- respondí después de unos segundos.

-Todo eso es cierto.- dije tras su relato sobre los C.A.O.S.- Aun que de momento parece que no tengo las suficientes agallas para acabar con la vida de alguien.- guardé mi espada.- Isaac. - y tenía razón, no nos dejaban decir nuestros verdaderos nombres, pero por alguna razón que no conseguía averiguar le había dicho mi nombre.

-No tienes que disculparte, yo habría hecho lo mismo si estuviera en tu caso.- dije honestamente y me apoyé en la pared de la capilla. -¿De dónde vienes? -pregunté con deje de curiosidad.

Escuché con atención todo lo que había dicho.
-Nací en España y he estado viajando por diferentes países. Mi último destino fue Madrid. -respondí sin apartar la vista de ella.

-Yo también debo hacer lo mismo.- dije en un suspiro y me separé de de la pared.- ¿Te vas mañana? -cuestioné al oírla. Se me había cruzado por la cabeza durante unos segundos que tal vez volvería a verla por Moscú, al fin y al cabo no tendría que irme hasta dentro de tres días.

-Puesto tengo ciertos asuntos que resolver. -dije sin entrar mucho en detalles. -Tras eso me quedaré dos días o así a disfrutar un poco de Moscú.

-Supongo que tienes razón. -dijo arrastrando las palabras sin moverse de su sitio. Ella habría llegado a ser una buena distracción en Moscú después de mi misión, pero el problema era eso, mi trabajo.

Sin moverme aguardé a que ella saliera primero, debería coger las armas que antes ella había encontrado. Pues eso era otro encargo que tenía, y debía hacerlo ese mismo día. Si Aries sabía que ahí habían armas no era de extrañar que alguien más podía saberlo.