La Plaza Roja (libre).

Con su gorro de zorro ártico blanco en la cabeza, un grueso abrigo negro y unas botas altas, se encaminó lentamente hacia el puente que conectaba con la Plaza Roja. Nunca había estado en Rusia y menos en Moscú, aunque siempre había querido ir, puesto que era donde supuestamente, se podían encontrar sus padres.
Una sonrisa estaba instalada permanentemente en su rostro, mientras observaba la ciudad desde arriba, observando los tejados de los edificios.
Caminaba con lentitud, parándose cada dos por tres, para observar el panorama desde diferente perspectiva. Su mochila, la que siempre le acompañaba colgaba de un solo hombro, con descuido; si no hubiera sido porque le molestaba al caminar golpeándola ligeramente contra su costado, se habría olvidado de ella por completo.
Se apartó el pelo de los ojos, echándoselo hacia atrás con cierta impaciencia, se apoyó en la barandilla del lado del puente reflexiva, con la mirada un poco perdida y una media sonrisa bailando en su rostro.

Seguía observando el panorama, cuando notó como un chico se acercaba a ella, con la respiración agitada y aspecto de preocupación... por su expresión supo que estaba en peligro, se dió la vuelta y le miró con desconfianza, aunque con temor dió un inseguro paso hacia él.

Le observó y alzó una ceja, aunque no le dió tiempo a espetarle nada, porque la cogió del brazo y la arrastró con él; miró hacia atrás y vió a unos cazadores. Las piezas encajaron en su cabeza y corrió a su lado, aunque no conseguía alcanzar su ritmo, por eso él la cogió y se la puso sobre la espalda, sobresaltada y sonrojado se agarró fuerte a él, sintiéndose inestable.

Obedecí sus ordenes sin rechistar, intentando sosegarme; casi lo había conseguida cuando él se transformó en lobo, su miedo paso a ser asombro, se agarró fuertemente al pelaje, intentando concentrarse, incluso con las balas silbando a sus lados.
Giró la cabeza para mantener contacto visual con ellos, fijó la vista en dos de ellos, uno el que parecía ser el jefe y el otro uno cualquiera de los que les perseguían; ambos llevaban armas. Con un suspiro, conectó con sus mentes y tras unos cuantos segundos les obligó a dispararse a si mismos, al jefe le obligó a dispararse en el corazón, cosa que a ella le provocó un escalofrío y al otro en la pierna.
Sus compañeros de caza se pararon conmocionados, acudiendo a ayudar a sus compañeros.
Sianne giró la mirada para no verlos y frunció el ceño con el sabor de la muerte en los labios.

Miró al licántropo-lobo que gruñía y no pudo evitar sonreirle con timidez, acarició el pelaje del lomo distraidamente, aún sujeta con un poco de miedo de perder el equilibrio.

-Verás, al igual que todos los Swid, puedo controlar la mente, durante un tiempo, pero hacer ese tipo de cosas suele dejar agotado.-Explicó en voz no demasiado alta, empezaba a notar, la falta de nergía.

Sonrió dulcemente a aquel chico-lobo, sin dejar de acariciarle; le gustaba el pelaje y el tacto del lobo, además siempre le habían gustado los lobos.
Cogió sus armas y las sostuvo entre las manos, hasta que le indicó mediante un saltito que bajara. Obedeció y se bajo de su lomo, estirándose ligeramente intentando recuperar fuerzas.

Observó su transformación como algo completamente nuevo, nunca había visto un cambio así en ninguna persona, sonrío de lado.-Las apariencias engañan.-Dijo sonriendo de medio lado apartándose el flequillo de los ojos.-Aunque me resulta bastante difícil... y no... no me gusta matar...-Comenté tragando saliba.

Asintió.-La supervivencia es lo primero...-Murmuró y después le miró.-Si de verdad quieres acompañarme... Realmente no voy a ningún lugar...-Comentó con cierta guasa.-Soy como una especie de sin techo.-Rió con cierta amargura.-La verdad que un poco cansada si que estoy.-Comentó, encogiéndose de hombros.

Sonrió ligeramente un tanto abrumada.-Un placer Alainn, yo soy Sianne, Sianne Lollipop.-Se presentó haciendo una ligera inclinación de cabeza.
Se alarmó cuando dijo de pagar un hotel.-¿Qué? No digas chorradas, no me debes nada, de verdad; seguro que te habrías apañado para salir vivo, Alainn, no se te ve ningún inútil, en todo caso quien debería pagarte la habitación soy yo, puesto que has hablado conmigo y eso vale más para mi, que, que te haya salvado la vida... que no es cierto.-Expliqué, recalcando las cuatro últimas palabras.

Off: qué sexy es... ¡¡¡LO QUIERO!!!

Aceptó su mano dudosa.-Cabezota.-Le reprochó, aunque se dejó arrastrar.-No deliro, jo.-Dijo aunque sonrió levemente.-No vas a pagar la habitación, me niego.-Dijo aunque sin mucha convicción.

-¿Qué? No tampoco, tú habitación es tuya...-Suspiró.-Bueno, haz lo que quieras.-Dijo fingiendo enfado, pero después sonrió cálidamente.

Observó mientras pedía la llave a la recepcionista a Alainn, con auténtica curiosidad; le resultaba increible que aquel chico, que tenía un aspecyo imponente, pudiese ser tan amable y tan dulce, y más, pensó Sianne, con ella. Se sonrió un poco pensativa, aunque en cuanto el habló, se centró en su voz.

Rió.-A mi no me das miedo, bueno, no, antes sí, pero ahora ya no.-Comentó, a ella misma le resultaba raro, tener tanta confianza con una persona que apenas conocía y que para inri, era un licántropo.

Subieron a la tercera planta y antes de que el ascensor abriese sus puertas, musitó un "okey".-Por cierto... muchas gracias por todo, en serio, Alainn...-Agradeció con una sonrisa, de nuevo un poco tímida.

Salió del ascensor dando un leve saltito y se dió la vuelta para mirarle a los ojos.-Cualquier swid, podría haberlo hecho y mucho mejor que yo además...-Se sonrojó cuando le guiñó el ojo, aunque correspondió al guiño, sonrío de medio lado.-Descansa... pobre...-Murmuró, estremeciéndose ante el contacto de su dedo en la mejilla de ella.-No sé si ahora podré dormir, no concilió el sueño facilmente.-Murmuré, sonrojándose levemente.